El Etna era conocido en la época grecorromana como Aetna, nombre que también se le dio a la ciudad de Catania, quizás tomado de la palabra griega aitho (quemar). Los árabes llamaban al Monte Jabal al-Jabal o Burkan Atma Ṣiqilliyya (volcán o montaña suprema de Sicilia); este nombre fue cambiado a Mons Gibel para indicar el Monte Gibel, y más tarde, durante la Edad Media, se convirtió en Mongibello. Las personas que viven cerca del volcán llaman al Etna «A Muntagna» en toda su simplicidad. Hoy el nombre de Mongibello indica la cima del Etna: la zona de los dos cráteres centrales, el sureste y el noreste.
Las regulares y espectaculares erupciones, a menudo dramáticas, han hecho del volcán objeto de gran curiosidad por las creencias mitológicas y los clásicos populares, los intentos de explicar el comportamiento del volcán se han hecho en la religión, donde se creía que dioses y gigantes de leyendas romanas y griegas controlaban el volcán.
Aquí están algunas de las teorías religiosas que fueron populares en el pasado.
Primero, Eolo, el rey de los vientos, que habría encarcelado a los vientos en las cuevas del Etna. Según el poeta Esquilo, él habló del gigantesco tifón que estaba confinado a las murallas del Etna y esto explicó las erupciones.
Otra teoría se refiere a la ira del gigante, Encélado, que se rebeló contra los dioses, fue asesinado y quemado en el Etna.
Otra leyenda es la de Hefesto (o Volcán), el dios del fuego y la metalurgia y herrero de los dioses, que sostuvo su fragua bajo el Etna, se dice que domó a Adrano, el demonio del fuego, expulsándolo de la montaña.
Los cíclopes también habrían tenido una forja en el Etna, donde se fabricaban las flechas utilizadas como armas por Zeus. También se suponía que el dios griego de los muertos, Tártaro, se encontraba bajo el Etna. Empedocles, de lo que recogieron los historiadores, era un importante filósofo pre-socrático y político griego del siglo V a.C. que se arrojaría al cráter del volcán, aunque en realidad parece que murió en Grecia.
Otra leyenda cuenta que cuando el Etna estalló en el año 252, un año después del martirio de Santa Águeda, la gente de Catania tomó el velo rojo de la Santa, que había permanecido intacto de las llamas de su martirio, y la llamó en voz alta; en ese mismo momento la erupción terminó. Pero las leyendas también procedían del mundo anglosajón: según una de ellas, el alma de la reina Isabel I de Inglaterra reside ahora en las entrañas del volcán Etna, por el pacto que hizo con el diablo a cambio de su ayuda durante su reinado.
Hasta hoy el volcán está envuelto en el misterio.
Durante nuestros excursiones al Etna, nuestro guía no sólo le acompañará por los senderos naturales del volcán: ¡le intrigará con cuentos de las leyendas más emocionantes!