La zona volcánica es extremadamente fértil. Por esta razón hay una gran variedad de flora y fauna en el Etna.
La lava, al asentarse en el suelo, con el paso del tiempo libera muchos nutrientes, como las sales minerales, y, más allá de éstos, los restos de las plantas que la lava sumerge se convierten en fertilizantes naturales para el suelo.
La vegetación varía según la altitud. A los pies del volcán, numerosos cultivos de naranjas, mandarinas, limones, aceitunas, agaves, chumberas, así como plátanos, eucaliptos, palmeras, pinos marítimos y viñas prosperan, a partir de los cuales se produce un excelente vino.
Por encima de los 500 m crecen avellanos, almendros, pistachos, castaños que más arriba dan paso a robles, hayas, abedules, pinos y la característica escoba del Etna. El verdadero atractivo de esta zona son los abedules que han caído aquí tras una lejana glaciación. El abedul ama el sol, crece solo o en grupos en los escasos bosques de colinas y montañas, asociándose con árboles de hoja ancha y coníferas. Crece en suelos áridos y desnudos, preferiblemente ácidos, con buena disponibilidad de agua y muy resistentes a las heladas. En invierno el tallo retorcido destaca por el blanco de su tronco desnudo que contrasta con el azul del cielo, en primavera en cambio se colorean de un verde suave que destaca sobre el negro de la lava.
Para los amantes de la naturaleza, las excursiones al Etna pueden ser una oportunidad para dejar el frenesí diario y descubrir curiosidades sobre la fauna y la flora del volcán.